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Donovan Carrillo: La huella del chico desobediente

Al terminar su actuación en el patinaje artístico de los Juegos Olímpicos de Invierno Beijing 2022, el mexicano Donovan Carrillo tocó el hielo, que quedó marcado con su huella de chico desobediente. Llegado a China desde México, un país sin frío glaciar, a no ser en la cúspide de sus volcanes donde le es imposible entrenarse, Carrillo compitió con todo en contra. Aún así totalizó 218.13 unidades, la mejor puntuación de su vida. Originario de Guadalajara, occidente mexicano, Donovan hizo a los ocho años lo típico de los niños de esa edad: ir a contracorriente. Luego hizo caso a su corazón con una obediencia de animal doméstico y solo así convirtió el imposible en cosa hecha.


Cuando le dijeron iluso, le predijeron el fracaso y lo ofendieron por ser poco razonable, Donovan agradeció y calificó de benditos a sus críticos porque le sirvieron de empuje. Carrillo es un centímetro más pequeño que Andrés Guardado, uno de los futbolistas mexicanos más creativos. Con su elasticidad y un poco de técnica, tal vez hubiera brillado en el balompié, pero para el joven la felicidad estaba en un deporte del otro lado los reflectores. Empezó a patinar movido por un amor en estado puro. A los ocho años le gustaba una niña patinadora y fue por ella, pero pronto sintió que su pasión consistía en hacer ballet en una pista de hielo. La historia del joven es la de un empecinado. No encontró lugar para entrenarse y con su entrenador se mudó a León, en el centro del país. Es como si, en vez de patinaje artístico, su especialidad sea patinaje con obstáculos, con la salvedad que siempre los salta.